La decisión de Madrid
Pero se acabó el tiempo y en Las Provincias sólo contratan tras mucho mucho tiempo de tragar y tragar. Como en la mayoría de sitios. Así que preferí irme a mi viaje fin de carrera. Por aquella época yo acababa de salir de una relación muy larga y me dediqué a vivir la vida loca... hasta que, a punto de apurar el último año de carrera, una de las personas a las que más quería y con la que había perdido toda relación se convirtió en mi pareja.
Aquellos meses fueron fascinantes. Hacer cosas que jamás había hecho, caerme y levantarme, licenciarme, ganar mis últimas elecciones como delegado ante el típico rival manipulador, trepa e indeseable... Y, al fin, cuando ya tenía mis planes decididos, las cosas se tuercen. Yo me iba a Madrid, pero va y ella me hace planteármelo. Fue un verano bonito, pero complicado. Descubrir que la persona a la que, sin saberlo, has querido durante tanto tiempo, de pronto, te quiere... puede no ser tan bonito como parece. Finalmente, decidí seguir con lo planeado e irme a Madrid. Ya llevaba mucho tiempo de mi vida renunciando a lo que quería por otras personas, así que me mantuve firme.
Hice las maletas y me fui a Madrid. Fue una sensación muy triste irme de casa, mi madre es muy madre. Pero a eso de las cuatro de la mañana ya estaba en mi pisete de la calle Montera, a dos días de que viniera mi compañero (un delegado de la carrera de Publicidad). Entonces no sabía que no se podía aparcar dentro de la M-30, pero tres días y 120 euros de multa impagada después lo descubrí.
Mi paso por Madrid fue, al principio, de aclimatación. Dos semanas intensivas de echar cientos (sin exagerar) de currículums, pero nada. Sólo conseguí respuesta de dos contactos: uno, que me consiguió un trabajo por el que no iba a cobrar, y otro, que fue David Rojo. Así entré en Periodista Digital.
En la caverna de los trolls
Apenas llevaba un mes en Madrid y mi actual prometida (cómo suena eso) se vino a vivir a la capital. Al final mi apuesta por irme de la ciudad me había salido mejor de lo que hubiera soñado. Seguimos viviendo, en principio, por separado. Al menos durante unos meses. Mientras fui medrando en Periodista Digital. De estar a prueba cobrando 400 euros pasé a ingresar en la redacción y, meses después, a ser editor de la portada cubriendo la baja de una compañera. Después me ascendieron a Jefe de Sección, hasta que finalmente me fui.
En medio de este relato pasaron dos años de mi vida, tres sedes distintas del periódico y gente muy muy buena. El primero, Israel Cuchillo, un gran periodista y mejor persona. El segundo, Óscar Gutiérrez, que acabó yéndose a 20 Minutos y, tiempo después, consuiguió rescatarme a mí.
El proyecto de Periodista Digital era ilusionante: gente joven, muchas promesas, mucho crecimiento. Pero desorganización absoluta, muchos trolls en cada foro y una preocupante y veloz tendencia hacia la extrema derecha. Era mi sino, al menos hasta hace poco.
Otra de las cosas que atesoro de entonces fue que empecé como blogger. Era un blog corporativo, con muchas visitas porque me pusieron enlazado en portada, pero con muchos trolls. Eso sí: jamás me dijeron que no tocara un tema, ni censuraron nada de lo que escribí. Al final de mi paso por la empresa abrí mi blog en blogger. Lo mejor que he hecho.
Ahí aprendí muchísimo, crecí un montón como profesional y mucho de lo que sé hoy lo debo a esa época. Aprendí cómo hacer muchas cosas... y sobre todo, aprendí cómo no se deben hacer otras tantas. Toda piedra hace pared, ya saben. Al final no tenía un mal sueldo, aunque las condiciones del contrato eran indignantes, como el trato y el tipo de trabajo que hacía, y me puse un plazo: o cambiaba mi suerte o volvía a Valencia.
La luz al final del túnel
El bueno de Óscar Gutiérrez me dio la oportunidad en forma de entrevista de trabajo. Así entré en 20 Minutos. Empecé redactando en la sección de actualidad de la web, luego me pasaron a cierre de web y, finalmente, cuando Óscar fichó por otra empresa, pasé a sustituirle. Y en esas estoy ahora: haciendo la portada por la tarde del tercer diario on-line del país.
En medio me dejo eso, que me caso. Que nos compramos una perra. Que ahora cobro casi el doble de lo que cobraba al final de mi paso por Periodista Digital y que me encanta mi trabajo. La gente es un encanto, el trato, maravilloso, los jefes, competentes, los medios, geniales y... me siento realizado.
miércoles, septiembre 06, 2000
Mi vida (3)
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