Muere la 11-Mentira

Los "conspiranóicos" o "agujerólogos", definidos por Javier Zaragoza, fiscal jefe de la Audiencia Nacional, son los que han llevado un "proceso paralelo basado en sospechas sin fundamento y en una idea preconcebida partiendo de una verdad interesada" con el que "han elevado a categoría de prueba meras especulaciones y han rechazado las pruebas sin más argumentos".

El juicio del 11-M toca a su fin, y con él, se pone fin a la teoría de la conspiración, si es que alguna vez tuvo principio. ¿De qué hablarán Losantos, Pedrojota y otros 'expertos documentados' de El Mundo, la COPE, Libertad Digital y demás estercoleros de la mentira cuando se destape su pastel de falsedades? ¿De qué vivirá ahora Luis del Pino, el que dice que el 11-M fue un "golpe de régimen"? ¿Qué será de todo ese periodismo-ficción, páginas y páginas de elucubraciones maquiavélicas tiradas a la basura?

El fiscal Zaragoza ha querido dejar clara la postura de la Justicia, dedicando algunas frases a esa anti-prensa que lee y escucha la parte más resentida de la derecha española (los otros leen ABC, que aunque tenga ocurrencias tan felices como pedir la dimisión de Zapatero, por lo menos no manipulan en esto)

"Los atentados fueron cometidos al amparo de la organización terrorista Al Qaeda: esto ha quedado probado suficientemente en el proceso", ha dicho. Ha criticado a los que han intentado "desesperadamente" encontrar una "trama policial a la que convertir en responsable último de los atentados", creando situaciones "más propias de una esquizofrenia procesal." Y ha sentenciado:

"No hay nada más hermoso que buscar la verdad, pero no hay nada más indigno que buscar la mentira y tratar que esa mentira se convierta en la verdad".

Así se las gastan los que perdieron las elecciones del 14-M y no lo aceptaron (otros muchos sí, gracias al cielo). Y ahí siguen, otro día más (y eso que la prensa ahora ya no lleva alcohol que ayude a fabular). Unos y otros. Si en este país se respetara la prensa veraz, algunos medios deberían ser cerrados: no por censura, sino por mero ejercicio de amor a la verdad y la decencia.